Los orígenes de cada miembro de la pareja acostumbran a ser diferentes. Es por ello que muchas veces nos pasa que nos unimos en pareja con personalidades muy opuestas a las nuestras, lo que supone un gran aprendizaje a nivel individual.
Lo que inicia polarizado, se tiende a equilibrar.
Es probable que aquello que inicialmente suscitara cierto interés y atracción en nosotras, con el paso del tiempo se convierta en uno de los aspectos que menos nos gustan ya de la pareja. Y es probable también que eso que la pareja muestra y que no nos gusta, sea algo que a nosotras no se
nos ha permitido exteriorizar.
En cualquier caso, desde nuestra propia experiencia tendemos a interpretar la intencionalidad y las actuaciones de la pareja, juzgándolas además. Diciendo si están bien o mal. Cuando interpretamos eso que la pareja hace o no hace, lo estamos intoxicando de nuestra historia vital y es, por tanto,
una verdad a medias, no lo podemos olvidar.
De esta manera, cuando dejamos de interpretar, nos quitamos una carga en la comunicación verbal con nuestra pareja, favoreciendo que ella se pueda expresar.
Parejas conscientes. La herramienta imprescindible para dejar de interpretar.
Así pues, la herramienta más sencilla con la que nos encontramos para evitar interpretar, es la formulación de una pregunta clara, que busque dar con la información que deseamos conocer acerca de eso que ha sucedido.
Cuando hipotetizamos sobre una situación, no estamos más que dando cabida a nuestra imaginación, con la activación de nuestro organismo en consecuencia de eso que nos encontramos pensando. Por ello, y por nuestro propio bienestar, es conveniente tomar acción en ello y empezar
a preguntar.
El caso de Ana.
Ana tendía a interpretar las actuaciones de su pareja. A veces le atribuía hasta mala intención a lo que hacía, llegándose a enfadar mucho por lo que su interpretación le llevaba a pensar acerca de las diferentes situaciones que se daban en su convivencia.
Sentía que muchas de las cosas que pasaban en su casa su pareja las hacía para molestarla: dejar la cama sin hacer, no poner la tapa del inodoro, echar directamente su ropa a la lavadora, … contaba tantas cosas así al día, que cada vez estaba más convencida de que era su forma de provocación y de enfadarla. Así lo sentía Ana.
Trabajando sobre esto, Ana pudo reconocer que se trataba únicamente de su interpretación acerca de lo que sucedía. Entendió que su pareja no tenía ninguna mala intención a la hora de hacer lo que hacía, que a veces era descuido, otras un despiste, y otras veces su forma de hacer o no hacer, una opción más dentro del abanico de posibilidades.
Con ello pudo rebajar su malestar. Trabajó en su autoestima y en el amor por sí misma para no mostrar esa inseguridad con respecto a él. Ahora podía observar que ella también actuaba a su manera y que, en ningún momento, tenía intención de nada con respecto a él.
Las parejas conscientes tienen adquirido el hábito de preguntar. Dejan de lado las interpretaciones que no ayudan a una relación saludable. Cada miembro de la pareja se acepta también en sus maneras no perfectas, lo que le permite aceptar al otro sin interpretar y sin pedirle una perfección.