A veces nos pasa que nos adentramos, casi sin darnos cuenta, en un estado en el que dejamos de cuidarnos y de cuidar, también a la pareja y la apatía nos destruye.
Generalmente esto sucede cuando emocionalmente nos sentimos más bajitas, y la energía con la que contamos es inferior a la habitual.
Otras veces, nuestra mala gestión de las situaciones y de las propias emociones nos lleva a establecer una distancia con la pareja que, de no detectarla a tiempo, puede abrir una gran brecha.
Es por ello que, ayudadas por el conocimiento que disponemos de nosotras mismas, deberemos percatarnos de esa inercia que nos lleva a la apatía y entender que, pese a que está bien y resulte necesario permitirnos el descuido, éste no puede convertirse en nuestro estado, uno estanco.
Sin alarmismo, podremos ir recuperando cuidados, al principio aquellos que no supongan gran esfuerzo, para ir progresivamente incorporando todo aquello que habíamos dejado de lado.
Recobrando nuestro propio bienestar emocional, podremos ir dando a la pareja. En la medida en la que nos volvamos a sentir bien con nosotras mismas, podremos ir cuidado de la pareja, recuperando con ella la complicidad, los ratos en común y los gestos y los detalles que conocemos
que la vuelven a hacer brillar.
A veces la frustración y la habilidad emocional nos juegan malas pasadas, a consecuencia de que nuestro estado anímico, cambiante, nos impide ser constantes en los cuidados que nos procuramos.
En estas circunstancias resulta interesante no generarnos grandes expectativas e ir actuando conforme volvemos a sentirnos capaces de tener gestos y atenciones dirigidas a nosotras mismas.
Llenas de nosotras, podremos, entonces, llenar la pareja otra vez.
El caso de Sara.
Ella llevaba meses sintiéndose mal. Cada vez sentía menos ganas de hacer planes, tampoco con su pareja. Así que la relación se estaba descuidando.
Habían desaparecido los detalles y los gestos amorosos. En la medida en la que ella no se cuidaba, no tenía para cuidar, y esto se volvía recíproco con respecto a su pareja. Él se volvía reflejo de la distancia que ella marcaba, y entraban en una dinámica poco amorosa.
Sara empezó su proceso de coaching para conocer cómo deseaba que fuera su relación. Describió una relación que ya tuvo. Una que brillaba por el amor que se proferían mutuamente. Una llena de atenciones, detalles, y gestos cariñosos que mantenían la fortaleza y la unión entre ellos. Así que
necesitaba enfocarse en la forma de recuperarlo.
Se sirvió de herramientas de autocuidado, para sentirse plena ella y poder cuidar.
Fue introduciendo progresivamente hábitos y cuidados para ella, y recobró su bienestar. Esto le permitió disponer de la energía y las ganas suficientes para cuidar también la pareja. La apatía desapareció de su vida, y recobraron la relación que deseaban tener.