Resulta a veces complicado encontrar un equilibrio entre el tiempo que yo necesito para mí, y el tiempo que dispongo para dedicarlo a planes o momentos en pareja, que construyen recuerdos y la fortalecen la relación.
Puede pasarnos que en ese querer hacer y dedicarnos a nosotras mismas, perdamos de vista a la pareja. Y uno de los aspectos que pueden deteriorar la relación, es precisamente eso que yo me dedico a mí misma, olvidándome y sin considerar a la otra parte.
Sin que sea algo hermético, podemos acordar cuáles son los tiempos de disfrute individual o cuáles son los tiempos de disfrute conjunto a lo largo de la semana, teniendo presente que un rato diario para cada cual es indispensable para sentirnos bien y llenarnos de nosotras mismas.
Para esto, no hay nada más sencillo que volcarlo sobre papel y poder ver objetivamente el tiempo invertido para cada cuestión, pudiendo darse un margen de diferencia que, con una visión madura acerca de las necesidades de cada cual, satisfaga a ambos.
Para ello es imprescindible comprendernos a nosotras mismas y conocernos, cuestión que será de vital ayuda para identificar cuáles serán esos tiempos para nosotras, y cuáles serán para compartir con la pareja.
Indudablemente, las actitudes que fortalezcan a la pareja serán aquellas que brillen por su flexibilidad y empatía, aunque también deberán conocerse los límites intransgredibles para una misma y la pareja, como forma de amor y con el único fin de evitar el malestar.
La comunicación asertiva y respetuosa serán los ingredientes esenciales para que el choque entre nuestro tiempo y el tiempo en pareja no resulten motivo de conflicto.
El caso de Pedro y Elena.
Pedro y Elena llegaron a un momento de insatisfacción. Elena sentía un vacío por todo el tiempo que él dedicaba a sus hobbies y a sus amigos. Lo cierto es que inicialmente le reclamaba su presencia. Ella era feliz, con él, sin planes. Le daba igual haciendo qué. Pero esto mermaba su felicidad. La ausencia de ilusión por algo concreto le llevaba a sentirse vacía cuando él se iba de casa.
Esta explicación era superficial. Tenía mucho que ver con su momento actual, así decía sentirse. Pero hubo que revisar su historia para llegar a su origen.
Una vez que dimos con su conflicto no resuelto, su herida, Elena pudo ir quedando en paz con aquello que le dolió. Eso de lo que ella no fue responsable y tanto sufrimiento le ha supuesto a lo largo de los años. Sobretodo, en lo relacionado con sus parejas.
Elena pudo responsabilizarse de su sentir, y en la medida en la que avanzaba en su trabajo personal, aceptaba sin resistencias la vida de su pareja, fuera de ella. También, pudo tratar con Pedro abiertamente este tema, y conseguir que Pedro reconociera que era su forma de salir del peso que le suponía sumergirse en una relación de pareja duradera. El compromiso le asustaba.
Ambos hablaron de sus emociones, lograron la conexión necesaria para reestructurar su relación de tal forma que los dos quedaban satisfechos. La relación recobraba el equilibrio, sabiéndose ambos considerados dentro de la pareja. Cuando hay amor, no hay barreras posibles, solo errores reparables.