Elena y Kiko son un matrimonio joven. Una historia que termina en divorcio.
Él procede de una familia acomodada y ella de una familia obrera.
Kiko creció en una abundancia material con unas grandes carencias emocionales. De madre y padre ausentes en su crianza, fue cuidado por diferentes personas ajenas a la familia, que iban pasando por su vida sin quedarse para él.
Elena, pese a que su madre y su padre trabajaban intensamente para sostener a la familia (eran 3 hermanas más), nunca delegaron su cuidado y atenciones en terceros. Haber crecido con el amor de sus padres hacia ellas le había dotado de una gran capacidad afectiva y emocional.
Una mujer llena de amor y un hombre vacío de amor se habían cruzado en sus caminos.
Los primeros años de relación, ella se ocupaba de él. Tardó en darse cuenta que se estaba excediendo en sus atenciones. Kiko no se sentía cómodo en esta atención, porque era una sensación extraña y desconocida para él.
Así que, con el tiempo, y tras los primeros años de su paternidad, Kiko empezó a sentir un fuerte malestar que no sabía identificar. Kiko comenzó a sentirse amargado e infeliz en su vida.
Elena, como hasta entonces, atenta a Kiko, le ofrecía su apoyo y ayuda, que él rechazaba. Todo ese amor que ella vertía en los dos hijos que tenían en común, le generaban un dolor intenso a Kiko, que seguía sin saber qué era lo que pasaba.
La convivencia se tornó difícil. Kiko no era capaz de sostener escenas de amor incondicional de Elena hacia sus dos hijos. Kiko se sentía inseguro, menospreciado, e invalidado. Pero nada tenía que ver con su vida actual. Nada externo a él tenía que ver con lo que le sucedía.
Elena, llegado el momento, le planteó acudir a un profesional que le ayudara en su malestar. Kiko, sin embargo, le respondía que él no tenía ningún problema y que su malestar era ocasionado por las situaciones que se daban con los niños dentro del hogar y que, a ella parecían no importarle e incluso le parecían bien.
A pesar de insistir en buscar a alguien que pudiera ayudarle, Kiko permanecía cerrado a escuchar propuestas de este tipo. Y nada mejoraba.
La convivencia se convirtió en amargura. La actitud de Kiko, mantenida prácticamente a lo largo del día entero, impedían alcanzar una armonía y una serenidad en la familia, resultaba destructiva.
Elena entendió que ella más no podía hacer. El orgullo o la falta de responsabilidad de Kiko para asumir su propio malestar, iban a conllevar un cambio. Necesariamente.
Elena, cansada de estar siempre ahí y de vivir en un sinvivir con el cambio de actitud de Kiko, puso fin a su matrimonio. Elena, a pesar de sus miedos, tomó la decisión de divorciarse.
Y la serenidad se instauró en su vida. El día a día se convirtió en algo agradable, en algo que merecía la pena haber alcanzado. Aunque reviviera los momentos felices y sintiera nostalgia por lo que un día fue. Aunque a veces le resultaba todo un reto acostumbrarse a su nueva vida.
Elena también es muchas mujeres. Elena puedes ser tú, y quizás necesitas el impulso necesario para convencerte de que eso que te planteas es lo que quieres.