No añadas carga. Elige a quien te haga bien. Pretender compartir tu vida con quien no congenias es resistirte a responder a tu mundo interior.
A veces pasas por alto y dices aquello de “por un día”, “por un fin de semana”, … pero el malestar se guarda en tu interior, por no haber actuado de acuerdo con tu más profundo sentir. Por no haberte escuchado y no haber atendido a tus verdaderos deseos.
Esto sucede con frecuencia, ¿no es así? Hay veces que los compromisos se entienden con una connotación de obligación con respecto a eventos o planes que se organizan y en los que tú, además, quizás no has tomado parte.
Así que la invitación te llega y te ves en la tesitura de tener que aceptarla. Y lo cierto es que no quieres. Y lo real es que deseas con todas tus ganas hacer lo contrario. Evitar asistir a eso y quedarte sola, contigo misma. Porque conoces que aquello te va a generar un malestar que no quieres permitirte, siéndote infiel.
Pero llega el momento y te sientes incapaz de rechazar esa propuesta. Piensas “mierda, a la próxima tengo que atreverme y decir que no”. Y en esa próxima vez no te atreves y vuelves a acceder, y tu malestar y el conflicto contigo misma reaparace, después de un tiempo de tranquilidad.
Ármate de valor. La primera vez te costará, y quizás desees poner una excusa o expliques que cuentas ya con un plan. La segunda vez, tus pensamientos quizás lleguen a traicionarte, y te preocupes por el qué dirán. La tercera vez habrás superado las dos anteriores, y serás habilidosa y asertiva, diciendo que no deseas participar.
Y con esta práctica, habrás logrado alcanzar el objetivo de no pasar por el aro que tú no quieres. Centrándote en ti cada vez que te propongan un plan. Escuchando tu sentir y actuando de manera fiel a ti misma.
¿Lo intentas?
EL CASO DE AMAIA
Amaia respondía se sentía prisionera de una vida que no quería llevar. En la primera sesión se describía a sí misma como una marioneta, que se movía de un lado a otro dirigida por manos e intereses ajenos.
Y este hecho la mantenía destrozada por dentro. Sin ser del todo consciente de cuántas cosas hacía atendiendo a los demás, pudimos ir revisándolo a lo largo de las sesiones para ir identificando dónde residían sus dificultades.
Ella, por otro lado, era feliz cada vez que escuchaba de alguien que decía de ella que era complaciente y muy agradable con las personas de su alrededor. Pero Amaia se sentía tonta. Por unas y por otros, terminaba en un lugar y con personas que, de forma general, no significaban apenas nada para ella. Eran relaciones superficiales.
De forma sistemática, los planes eran con los amigos de su marido que, aunque le resultaban más o menos agradables, no eran amigos suyos y tampoco compartía intimidades ni confidencias, así que, aquel tiempo era mera diversión y a veces ni eso, porque permanecía lamentándose por no haber dicho que se quedaba en casa.
Amaia no terminaba de entenderse porque, en realidad, era una mujer muy independiente.
Así que llegamos a la revisión con más profundidad, y en la cuarta sesión, pudo describir infidelidades de su padre hacia su madre, que llegó a descubrir cuando era niña, bajo la expresión de él “es que siempre te quedas en casa y la vida contigo es aburrida”.
Aquello lo tenía grabado a fuego. Tanto que ahora le impedía desprenderse de los planes de su marido por ese miedo a resultarle aburrida y, por ende, que su marido le fuera infiel.
Pudimos trabajar sobre este aspecto y Amaia recuperó su independencia también en su relación de pareja y en la relación con las personas de su entorno. Ahora era capaz de hacer sus propios planes cuando no se sentía cómoda con los que le ofrecían.
Leire Lizarraga.
Coach de vida plena.