Foto pareja

La historia de Amalia y Félix. La solución en un divorcio.

Amalia y Félix. La noche y el día. El negro y el blanco. Nunca se imaginarían que la solución iba a estar en un divorcio.

Se conocieron jóvenes. Durante la diversión de varias noches consecutivas de salir y bailar hasta el amanecer.

Iniciaron una relación de amistad que combinaba con la sexual. Tanto ella como él disfrutaban de su tiempo compartido. Hasta que después de un tiempo así, ella tuvo la curiosidad de conocer a dónde iban con ese tipo de relación que no era ni de amistad ni sentimental. Quizás era la ideal, pero entendió que debía progresar hacia algo más comprometido. Así que Félix entró de lleno y aceptó iniciar una relación de pareja.

Al comienzo era todo tan divertido. Solo disfrute, sin convivencia, un amor inmaduro, quizás idealizado.

Amalia asumió la parte responsable de la relación, cargando con planteamientos y decisiones para los que, quizás, Félix no estaba preparado. No se encontraban en un mismo momento vital, cada cual tenía un proceso diferente. Ella tendente a la seriedad y al compromiso, a una vida de responsabilidades. Él tendente a la diversión, con espíritu inmaduro y un tanto caótico, se dejaba llevar.

Los años pasaron y durante ellos, Amalia cargaba diversos disgustos y vivencias, consecuencia de irresponsabilidades de Félix, que sumaban y contribuían a su malestar. Pese a todo, perdonaba sin olvidar. Trabajaba su rabia y su rencor, sin poner fin a excesos que la herían y la dañaban, de forma gratuita.

Lo que pasó después.

Amalia, inició un trabajo personal y durante años mejoró en su amor propio, y en todo cuanto la rodeaba. Ya no estaba dispuesta a tolerar más. Ya no quería perdonar más. Demasiado había sucedido. Largas historias cargaba a sus espaldas, como para explicarse en su cansancio.

Tenían ya una hija de 3 añitos. En casa no había amor. Ella no tenía más para dar, sus últimos años habían sido duros: la maternidad, despido laboral, cuestiones familiares y conflictos muy duros con esas personas. Estaba agotada de vivir todo aquello ella sola. Sin apoyo. Sin sostén. Sin empatía. Sin cariño.

Con frecuencia miraba a su hija, y se preguntaba si no podría con una última oportunidad. Pero se encontraba ya vacía. Debía centrarse en ella y cuidar su estado. La atención debía dirigirla a lo más importante. No podía gastar energía en un pozo sin fondo. Ya no.

Llevaba mucho tiempo de lucha, a tantos niveles… Amalia estaba llamativamente delgada y no quería que su salud flaqueara ni un ápice más. Había pasado épocas en los últimos años de gran debilidad y no quería volverse a ver así.

Amalia esperó a encontrarse con energía suficiente para afrontar su divorcio. Los días hasta entonces fueron extraños. Había muchas cosas que debía tratar con Félix, pero no sentía siquiera la necesidad de hacerlo.

Se sentía apagada. Sin ganas de entrar en discusión. Así que el tiempo pasaba lento y rápido.

Un día amaneció con convicción. Con un sentimiento que no reconocía en ella. Con la idea firme de iniciar el proceso de su divorcio. Confió en ella. Se guió por su amor. Un amor que era propio. Uno valioso. Un tesoro que guardaba en lo más profundo de su alma.

El momento había llegado.

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