VIVE EN EL PRESENTE Y QUÍTATE CARGAS

La educación que hemos recibido, aquella que nos hacía merecedoras o no del futuro inmediato ha sembrado un gran conflicto en nuestros adentros. Sentirnos a gusto y en consonancia con nuestro presente es algo que a veces resulta complicado. Aparece la culpa, o sentimientos que nos importan cuestiones del pasado, que solo hacen incomodarnos. Que nos impiden vivir el ahora, el único momento que existe. Vengo en este post a decirte en mayúsculas: ¡VIVE EN EL PRESENTE Y QUÍTATE CARGAS!

TE DOY ALGUNAS PISTAS

Como todo, es cuestión de práctica. Es cuestión de aprender de las experiencias para no estancate en un pasado que no te resuelve la existencia. Es cuestión también de ser consecuente y de asumir eso que pasa y que es inherente a tu responsabilidad personal.

Recordar un pasado amargo deberá entonces servirte exclusivamente para traerte al presente el aprendizaje y así poder aplicarlo en tu hoy. De esta manera, deberás permitirle su paso por tu ahora, pero sólo para eso. Para que tu bombilla se encienda y sepas manejarte mejor en tu momento presente.

Enquistarte en los porqués puede resultarte muy dañino. Y reconocer que a veces no es necesario comprender para aceptar aquello que pasó, es abrir una puerta más a tu ahora, a un ahora sin peso, sin cargas.

¿Qué te interesa del pasado, entonces? El aprendizaje a través de las vivencias propias y las experiencias que acumulas. ¿Qué no te interesa del pasado, entonces? Aquello que no te supone otra cosa más que sufrimiento. Y muchas veces, por no utilizar el temido “siempre”, un sufrimiento innecesario y, por tanto, sin una verdadera practicidad.

Con eso que te genera un sufrimiento mental, podrás entonces preguntarte ¿qué me faltó por aprender?, ¿qué puedo aplicar ahora, que soy una mujer diferente a la de aquel entonces? Cada vez que te encuentres en situaciones similares a las ya vividas, podrás responderte estas dos formulaciones para evitar mantenerte en el pasado y poder centrarte en tu presente.

EL CASO DE LENA

Lena acudió a mi servicio de Coaching porque se sentía atrapada en su pasado. No era capaz de disfrutar de su vida y a todo le encontraba el lado desagradable, cuestión que le impedía disfrutar. Lena, además, importaba constantemente en sus discursos y conversaciones todas sus vivencias dolorosas, y aquello le conllevaba una conexión emocional con su pasado de forma muy frecuente, y explicaba que “no levantaba cabeza”.

Así pues, empezamos por el principio. Lena revisó su historia y fue identificando a la figura que, como ella actualmente, vivía en un sinvivir. Su madre. Una mujer que había tenido que cuidar de sus hermanos menores por un fallecimiento temprano e inesperado de la abuela. Una mujer que había asumido unos roles que no le correspondían, pero que había vivido sumisa en un sistema familiar que le impedía Ser ella misma. Aún ni cuando todas y todos eran ya adultos se había planteado dejar aquel rol que la mantenía encarcelada.

Lena fue reconociendo parte de esto en su propia persona, e incluso ese discurso en el que su propia madre, al igual que ella, hacía mención constantemente a todo lo que había tenido que pasar y todo lo que había sufrido. Esta había resultado la forma de vida más fácil para su madre, quien víctima de sus circunstancias, no pude ver otra alternativa.

Lena había empezado a tomar conciencia de que en su vida todo era gris oscuro o negro. Era joven y estaba dispuesta a trabajar por deshacerse de su actitud ante la vida. Pero tenía que ponerse a ella misma como una prioridad, y este iba a resultar un trabajo progresivo. La integración de un cambio así requería de ir introduciendo herramientas y de actuar en congruencia con el objetivo a alcanzar, que no era otro que empezar a disfrutar de su propia vida.

De esta manera, fuimos revisando conjuntamente todos los ámbitos de la vida de Lena, y ella pudo identificar dónde se encontraban sus principales dificultades. Lena tenía mucho por lo que sentirse feliz: buena salud, un trabajo que le apasionaba, unas amigas que eran como sus hermanas, y en fin, caprichos y relaciones significativas, que en ocasiones ella contaminaba por su actitud.

Estuvimos varios meses trabajando sobre su proceso personal y, al concluirlo, Lena se sentía otra mujer. Cargaba con cierta rabia por no haber tomado las riendas de su vida con anterioridad, pero pudo asimilar que aquél había sido su momento y lo había aprovechado con creces.

Lena celebró su nueva forma de vivir su vida, con proyectos que la apasionaban y con una idea muy clara de merecimiento por todo que ya era.

Su vida dio un giro total. Se desprendió de relaciones que no le aportaban, puso límites a personas que la cargaban con cuestiones ajenas a ella, Lena se sentía plena, por fin.

Leire Lizarraga.

Coach Transpersonal y Espiritual.

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